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2017 11 30 El trato preferencial

En un país como el nuestro, en una gran ciudad como Lima, en la que nos encontramos en medio de un caos cotidiano, donde la gente es impaciente e intolerante, donde basta que haya cambiado la luz a verde en el semáforo para que alguien active su claxon con furia para que avances, donde más les vale cruzarte el carro, forzándote a frenar, en lugar de hacer una señal de giro, en donde predomina la prepotencia de los que ignoran tu lugar de preferencia natural en un cruce de calles, en donde, si haces una señal de giro te sueles encontrar que quien es invitado a una cortesía elemental para darte pase, en vez de eso acelera y no te deja pasar…

Ante toda esta dramática situación, qué agradable resulta que, de pronto, te encuentres con alguien que detiene su auto en una esquina para dejarte pasar, respetando la preferencia del peatón. Incluso, en ocasiones, frenando forzadamente para darte el pase, insistiendo en que aceptes su gesto. Es mayor la  sorpresa y la satisfacción, si te percatas de que es un taxista, a quien solemos considerar incapaz de un gesto así…

Pues bien, en los últimos tiempos lo vengo disfrutando con bastante frecuencia… con llamativa frecuencia. Me he ilusionado con la sensación de que podemos volver a cultivar el hábito de la cortesía y el respeto por el otro. Claro, tengo en cuenta que ahora, con un montón de años encima, puede que sean mis canas la que estén motivando tanta belleza… Me he empezado a fijar en mi actitud corporal, me pregunto si no estaré más encorvado y no me he dado cuenta… Pero he podido observar que ocurre con las mujeres y los niños y, también, con gente de cualquier edad…

Me alienta el pensar que podemos estar cambiando esa actitud salvaje de permanente lucha contra el otro, siempre ajeno, nada semejante, que podemos vernos reflejados en la satisfacción de quien recibe nuestra atención o cortesía. ¡Qué importante es el gesto amable! No olvidemos que amable significa “digno de amor”, que los gestos y expresiones promueven reflejos emocionales, que resuenan en quien los recibe, por cierto, siempre con efectos benéficos.

Hace poco visité a mi hija en Charlotte, Carolina del Norte, y me volví a encontrar con esa maravillosa actitud natural de los lugareños.  Si cruzas miradas, te sonríen como a un gran conocido, diría que con alegría, con familiaridad; si alguien pasa por tu puerta, te saludan cordialmente; un auto cede el paso a otro y automáticamente se establece una secuencia de “ahora le toca al otro”, que hace imposible el atoro debido a que “alguien se cruzó”.

Pensemos en un mundo así, en que no solo respetemos al otro, sino que disfrutemos del encuentro con éste, en la dimensión afectiva natural de la cordialidad y del buen sentir.


Por cierto, ya instalado en mis años viejos, puedo dar fe de que uno lo disfruta más, que no hay marginación sino preferencia, acogimiento y consideración, que seguimos formando parte de un mundo que nos incluye y considera, que es posible reencontrarnos con ese ser que vino al mundo con estos potenciales y…que  tuvo una lamentable programación, felizmente “reseteable”. 

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