Podríamos hablar más bien de “las esquizofrenias” porque
éstas tienen diferentes expresiones y grados de compromiso del funcionamiento
mental. El comienzo de la enfermedad
suele ser relativamente precoz, generalmente debuta en la adolescencia,
confundiéndose algunas veces con las conductas propias de esa etapa.
En los inicios, suele haber retraimiento, un “apagamiento”
de las emociones, conductas e ideas extrañas, muchas veces religiosas, y
orientaciones hacia temáticas a menudo incongruentes, sostenidas con
convicción, lo que ya le confiere una tonalidad obsesiva, reiterativa y, a
veces, delirante.
Cuando se instala ya como enfermedad, pueden aparecer
alucinaciones auditivas, sentimientos de persecución, a veces sutiles, como que
la gente los observa, los mira o habla de ellos. Esto suele acompañarse de
ideaciones, como que las personas los envidian, les quieren hacer algún daño, ejercer
su influencia sobre ellos, etc.
A partir de esto se va instalando un paulatino rompimiento
con la realidad, manejándose frente al mundo sobre la base de estas ideas y
sentimientos. Es decir, se retraen sobre
sí mismos.
En el extremo del rompimiento con la realidad está también
el de la ruptura de los lazos familiares, sintiendo a los familiares como
amenazantes. Esto, sumado a una
respuesta poco comprensiva de los familiares, deriva en que los veamos
deambulando por las calles, carreteras, viviendo en covachas, de manera
precaria, acompañados o torturados por sus delirios.
Lo más importante en relación a la esquizofrenia es
considerar que el diagnóstico mientras más precoz sea mejor pronóstico tiene,
por supuesto, si es que es seguido por la instauración de un tratamiento de por
vida. Este tratamiento permitirá el
control y atenuará el deterioro que suele darse en estas enfermedades.
La esquizofrenia suele tener como antecedentes a familiares
que también la han padecido. Es decir, existe una predisposición genética. A esta predisposición suele sumarse un
entorno familiar disfuncional. Alguna
vez se consideró que estos pacientes tendrían una madre “esquizofrenógena” (una
madre que da mensajes contradictorios, confusos y con sentimientos encontrados
respecto a su hijo o hija).
Actualmente, se ha avanzado mucho en la elaboración de
medicamentos para controlar esta enfermedad, lo que hace que el pronóstico sea
muchísimo más alentador que hace 20 años.
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