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2011/12/30 Tommy Vega "Cuando un amigo se va..."

Hace unos trece o catorce años, a propósito de la reciente muerte de su amigo Pirincho, encontré a Tommy muy afectado por la pérdida. “¡Tanta gente mala que no se muere…!” le pude llegar a oir, rebelándose contra la dura realidad de su ausencia. Por entonces escribí un artículo que titulé “Cuando un amigo se va…y otro se queda”, tomándolo como personaje ejemplificador de lo que se puede llegar a sentir en estas circunstancias. Sin embargo, ya por entonces sentí la preocupación por la salud y la vida de Tommy, de quien empezaba a ser amigo. Ha pasado mucho tiempo y en el interín lo fui conociendo más y más, al punto de sentir que en realidad nos conocíamos de toda la vida y que me tocaba el lugar del “amigo que se queda”.

Lo pienso ahora que se ha ido y, aún así, lo siento aquí, presente, como siempre, como cuando por entonces brindábamos por la amistad... Brindemos entonces, también ahora, al comprobar que la nuestra trascendió los límites de la presencia física, que hay una extensión de nuestras vidas que palpita en nuestro interior, con vida renovada por todos los buenos recuerdos que supimos generar a lo largo de nuestra vida juntos.

Tommy era un querendón impenitente; tenía la cualidad del amigo que se brinda con todo, con el corazón en la mano, con ése, su órgano magullado... Con esa sentencia del “para siempre” supo erigir pronto un espacio en esa especie de altar de la amistad que anidaba en lo más profundo de su alma.

Transparente como nadie, honesto como ninguno, incapaz de malicia alguna, no he conocido persona más integra en estos largos años en el ejercicio de vivir. Ha sido un honor ser su amigo y haber compartido tantos momentos de intimidad en esos climas de amicalidad que Tommy generaba con una generosidad inusual, con esa especial convocatoria en la que juntaba personas y temperamentos dispares, con el encanto de un gran anfitrión, de un generoso niño grande dispuesto a compartir sus juguetes. Entusiasta y vital, podíamos agotar muchas horas del día y calendarios enteros sin que su infatigable espíritu dejara de planear el siguiente instante, sin resentir el mandato del tiempo, el llamado al reposo.

Una paradoja a sus querencias era que, si bien era una fiesta el encontrarnos, era sumamente respetuoso de la distancia y cercanía de cada quien, como para celebrar con mayor entusiasmo la oportunidad del reencuentro, con la frescura de siempre, con ese placer e interés por cada cosa que uno trajera para compartir con él; bastaba la sola presencia para encender su alegría.

Con Tommy se podía conversar de cualquier cosa. Hombre culto y bien informado, manejaba con fluidez tres idiomas, pero con el que mejor se batió siempre fue con el idioma de la vida. Buscaba vivir intensamente cada instante: en el mar, con la música, con una buena película, con el teatro... Hombre social por excelencia, no declinaba invitación alguna, aún por encima de sus limitaciones de salud . Tommy estaba siempre allí, honrando sus compromisos y, por supuesto, disfrutándolos con una envidiable energía que pocos podrían emular.

Hacía una gran pareja con Yoyo, quien lo tenía en el altar mayor de su vida. Era una mutua adoración y funcionaban como el complemento de cada quien; llenaban socialmente cualquier encuentro con un encanto inigualable en el relato, en el canto, en el baile... con esa envidiable espontaneidad y manejo de escena. Cómo no recordarlos así, si con ellos de anfitriones nunca dejabas de sentirte y sentirlos como invitados de lujo, contagiantes de entusiasmo; no había manera de pasarlo mal.

Padre de dos hermosos hijos, los educó para la vida con un celo especial, que no siempre tenía en cuenta que ya habían crecido. Se fue de esta vida luego de cumplir el sueño largamente anhelado de tener en sus brazos a su nieta, la hija de Dieguito, que alcanzó a nacer pocos días antes de que Tommy se fuera. Diego, Macarena, Yoyito y todos sus amigos mantendremos vivo ese espíritu, la llama de su presencia feliz. Mientras tanto, descansa en paz Tommy y, desde donde estés, disfruta del legado que nos dejaste, que será bien administrado.

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