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2008/06/10 Buscando a Papá

Saturnino vino a buscarme luego de varios años de haberse separado de su mujer, de quien no terminaba de divorciarse simplemente porque “no se había preocupado del detalle”.

Previa a la separación, la relación había sufrido un serio deterioro debido a que “no se llegaron nunca a poner en el mismo canal”.

Lo que preocupaba a nuestro consultante era que, en el lapso transcurrido, no había encontrado una candidata suficientemente aceptable con quien formalizar una convivencia. Es más, la realidad afectiva de Saturnino en lo que respecta a mujeres y sexo transcurría entre tragos y burdeles, en donde cada tanto se aficionaba por alguna chica a la que entonces frecuentaba por un tiempo, luego del cual “las ocupaciones lo alejaban”, retomando una rutina parecida.

Acababa de cumplir los cincuenta y se daba cuenta que algo no andaba bien. Un vacío interior, sumado a los estragos del licor (que casi siempre abundaba en estas circunstancias, junto con alguna “ayudita inspiradora”), lo llevaron a conversar con un amigo quien le sugirió que consulte, que acaso pudiera ayudarlo una psicoterapia.

No muy convencido, “nunca creyó en los psicólogos” inició el relato de una larga historia, de la que voy a relevar un aspecto: recién en la adolescencia había conocido a su padre. Su madre le había dicho siempre que papá había muerto antes de que él nazca. Con este registro había crecido, encontrando un sustituto en el abuelo materno. Pero apareció papá. Había vivido todos estos años en Italia, en donde llegó a tener fama como “play boy”. Hombre fascinante, ganaba tanto dinero como gastaba en francachelas con amigotes y prostitutas de alto nivel. No tardó en iniciar a su hijo en el mundo del trago y de la coca. Con un dejo de dudoso orgullo “le rompió la nariz” ante el beneplácito de los amigotes con los que solía juntarse.

Saturnino llegó a idealizar a este padre y él mismo se convirtió en “un bacán”, poniendo a distancia las dolorosas emociones que se le habían movido durante años por su condición de “niño huérfano”.

Así, tuvo muchas mujeres, prefiriendo siempre a las que consideraba de un nivel “inferior”. Con su ayuda y algunos sueños ilustrativos, llegamos a la conclusión de que lo que estaba repitiendo al presente con sus idas a los burdeles, entre amanecidas y borracheras, era una evocación melancólica de su padre, aferrándose a la imagen que le quedó de él, reproduciéndola en sí mismo, queriendo desesperadamente negar con ello que en realidad éste nunca lo quiso.

El tema del padre ausente, el padre que no quiere a sus hijos, que no quiere tenerlos o que sólo es capaz de relacionarse consigo mismo, es reiterado hasta el hartazgo en las historias de vida que solemos recoger.

A veces, se tejen historias que el tiempo se encarga en destejer, como ésta de “papá murió”, creyendo de buena fe que es una solución. Pero las huellas de su ausencia se dejan sentir y más aún el sentimiento de no haber sido deseado. Estos padres nunca declinaron su posición de hijos, por lo que el nacimiento de un hijo los llena de rabia, dado que les vienen a quitar el lugar y a denunciar el paso del tiempo.

Un vacío de esta naturaleza suele movilizar un mecanismo que llamamos “identificación con el agresor”. Esta es una forma de defenderse que usa la mente para evitar el dolor pero que mueve a hacerle a los demás lo que alguna vez le hicieron a uno.

Todo niño necesita de un padre para desarrollar saludablemente sus identificaciones, para recoger de él el sentido de autoridad, para cimentar su relación de pareja al ver a sus padres unidos y respetándose. Si el padre no sólo abandona a la madre sino que, además, denigra a la mujer (las compra, las usa y las desecha) esto interferirá sus futuras relaciones con la mujer.


Reflexiones

La madre de Saturnino se dedicó por entero a su único hijo. El sacrificio y la devoción que puso en ello dieron como resultado una buena formación educativa. Pero, por el lado afectivo, resultaba difícil poder separarse de una madre para quien uno es tan importante. Saturnino nunca dejó de apoyarla, pero en el terreno de la relación con las mujeres siempre se las arregló para conseguir parejas que él sentía que estaban “por debajo de él”, que fueran dependientes o de “pocas luces”. Esta era una manera de ponerse a resguardo para no revivir el riesgo de su propia dependencia.

La identificación con el padre “poderoso”, dominador de mujeres, le sirvió para esos fines, pero fue el freno que impidió el desarrollo de su parte tierna, en especial en la relación con su propio hijo. Le faltó la ternura del padre, sólo conoció los ropajes defensivos con los cuales éste se movió en la vida.

Para su padre, la ternura era “mariconada”; y esto quedó en el inconsciente de Saturnino como un fantasma. Por eso es que tardó mucho en poder soltar su llanto sin asustarse, sin sentir que era “una mariconada”. En el fondo, guardaba sentimientos de rencor y culpa hacia este controvertido padre. Era imposible que fuera consciente de ello, ya que era más cómodo idealizarlo. Además, facilitaba los mecanismos de defensa frente a las mujeres que amenazaban con poseerlo como lo vivió con su madre, de quien no se había terminado de separar.

En el fondo de sí, subsistía un niño triste y carente, al que le resultaba difícil expresarse, en medio de tantas defensas contra el dolor. Esto es lo que le hacía sentir con frecuencia síntomas físicos, que Saturnino no lograba explicarse y con los que se había acostumbrado a convivir.


Sugerencias

  • Nunca hagas a otro lo que no quisieras que te hagan a ti.
  • Si lo estás haciendo, revisa bien qué te lleva a hacerlo.
  • Trata de tener los hijos que desees y los que puedas criar con calor de hogar.
  • Los padres tienen que estar también con sus hijos, no sólo las madres. Hay que jugar con ellos, tocarse, ser amigos de “a verdad”… Esto implica, también, el poder pelearse de vez en cuando.
  • Nunca, jamás, se te ocurra “iniciar”a tu hijo en tus propios vicios.
  • Si tienes conductas extrañas, que se te imponen a la voluntad, trata de comprender de dónde provienen.
  • Muchos síntomas físicos son la expresión de lo que intentamos mantener reprimido en nuestro inconsciente.
  • Si te has separado del hogar, no dejes de mantener el vínculo con tus hijos. No mezcles los problemas conyugales ni busques que los hijos tomen partido.
  • Si tienes dificultad para sentir afecto por tus hijos o si sientes excesivo amor u odio por ellos, consulta ahora y no cuando ellos empiecen a hacer síntomas por efecto de lo que está pasando y no pueden comprender.
  • Siempre la sinceridad es mejor que el ocultamiento o la mentira.

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